No, acá no se queda, no y no. Dónde lo llevo, decime qué hago.
… No es mi problema, pero acá no se queda.
Implacable, el guardia se negaba a dejarme pasar con el reo.
Grité. ¿Pero acaso no es aquí donde están los homicidas, pero acaso no es aquí donde están los hombres que han hecho del mal su vida, no es aquí donde la execración será castigada y el fuego eterno será su pena?
El guardia sonriente nos miró. Dijo que efectivamente era allí. Y agregó: “Pero no somos tan malos, después de todo, hasta el mismo infierno, que tanta mala prensa tiene, es incapaz de albergar tanto odio”
Nos marchamos. Supe allí que mi tarea sería muy espinosa y que el camino que recorreremos será tal vez el castigo; de infierno en infierno, de puertas en puertas, de guardias en guardias, y rechazos tras rechazos. Buscando un infierno en el que por fin acepten a mi reo: Jorge Rafael.
Carlo Magno