64 en 1

Era un cartucho del Family de sesenta y cuatro  juegos en uno. Era negro, con la cara Mario y Luigi en el sticker, por atrás asomaban los tanques del Battle City.

En ese acto de compraventa, en diciembre del año 2000  fue que termino mi infancia.

La contraprestación fueron dos yerbas, una harina y un kilo de carne. Estábamos en el truque en una escuela en las afueras de San Miguel, el país estaba a punto explotar o ya había explotado pero no se trasmitía.

Mi vieja me llevó para vender su producto estrella “Sojanesas” las milanesas del poroto comenzaba a tener éxito en la dieta de los argentinos, no por Fit o Light. La soja comenzó a incluirse porque no se podía comprar ni un mísero churrrasco. La cuestión es que mi vieja no estaba vendiendo un carajo, el problema era que si la producción no se vendía, un total de 10 paquetes en las cuales había cuatro milanesas de soja, pasarían a ser la dieta de la semana. Soja y más soja y no era precisamente Grobocopatel.

Yo lleve el Cassete medio a escondidas. Sabía que podía ser una venta segura. En los trueques, confluimos todos. Los que hacía tiempo se encontraban fuera del sistema y aquellos que recién les habían dado el último golpe de horno, la clase media baja, como le dicen.

Si algo le debemos al Kirchnerismo es que nadie va a leer un diario, escuchar, mirar un medio de comunicación como lo había hecho hasta el momento. Clarín titulaba en enero de 2001:

TENDENCIAS: 300.000 PERSONAS INTERCAMBIAN PRODUCTOS Y SERVICIOS EN 500 CLUBES DEL PAIS y en la bajada  decía: Es tan antigua como el hombre Pero cada día suma más socios Se ofrecen desde piononos y tortas hasta ropa y muebles También hay médicos, electricistas y albañiles que canjean su trabajo por mercaderías o servicios.

Es una excelente pieza de ficción, una nota digna del realismo mágico. El país se caía a pedazos y estos tipo te reinventaban la situación los orígenes del hombre, a un nuevo comienzo de la humanidad y la luz de una nueva industria pujante. Son el cáncer moral de la nación como dice el querido Víctor Hugo. Han envenenado, dormido y anestesiado a nuestro pueblo.

Pero volvamos al trueque, en el año 2000, en una escuela de San Miguel.  Puse el cartucho a la venta y rápidamente lo vendí y como les decía ahí justo en ese momento terminó mi infancia. Porque ahí se iba el Circus, el islander, el mario, el battle city, el bomberman , el maravilloso Goal. En fin se iban grandes momentos de la vida. No tengo ni necesidad de describir cada juego. Ustedes me entienden.Fueron momentos hermosos,  comparables a ganar un veinticinco con un gol de taco tuyo. El gol de taco vale cinco. No se discute. Diez no puede valer nunca. Lo aclaro porque fue un debate tremendo en la esquina de Charlone y Pasaje de indio, donde jugábamos al fútbol.  Ese juego de family eran sesenta y cuatro juegos todos distintos, no esas boludeces de 10.000 en 1 que eran una estafa, vos lo comprabas, lo ponías y eran por ejemplo todos los niveles del Galaga, el Galaxian y todos los que te imagines. Era una joya.

Y fue triste.

Pero a la vez  fue darme cuenta que estaba todo mal, que el país se estaba yendo a pique y que en mi casa que ya laburaba mi vieja, mis hermanos necesitaban otras manos más. Tenía que salir a buscar trabajo. Vender ese cartucho fue un comienzo. Después comencé el camino de muchos jóvenes poco calificados y explotados; trabajar en un Fast food. Pero eso será otra historia.

Carlo Magno

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